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DIARIO DE UNA TRI MAMÁ: UNA TORRE MUY IMPERFECTA

Esta mañana mi hijo mayor, de cinco años, me ha llamado: "¡mamaaaa!" y yo he contestado, como tantas veces, "¡¡ahora voy!!" y he tardado mucho en ir...

He tardado mucho en acudir a su llamada y me he sentido culpable, ooootra vez (¿Dónde está la maternidad feliz?), porque estaba arreglando un asunto por el móvil y porque cuando no es eso es porque estoy con una de las mellizas, o con las dos, y sino porque estoy haciendo la comida o la compra online o contestando emails o limpiando la casa o duchándome... No debería sentirme culpable porque cuando estoy haciendo estas tareas estoy haciendo cosas que se deben hacer, que alguien debe hacer, pero aún así me he sentido más culpable esta vez que otras tantas veces y el motivo era él. Mi hijo me llamaba porque llevo días sin estar con él a solas, sin prestarle mi atención, sin realizar alguna actividad los dos, sin reírle sus gracias ni contarle un cuento.

En mi día a día siempre encuentro un hueco, por pequeño que sea, para dedicarme a él en exclusiva. La mayoría de las ocasiones este rato con él tengo una niña encima y otra rondándome pero, independientemente de eso, es un tiempo para él porque estamos hablando los dos o porque le estoy contando su cuento preferido o porque estoy tirada en el suelo construyendo una ciudad de LEGO con su ayuda. Los momentos de los dos que más valora son los que de verdad estamos solos, pero cualquier rato de mi atención "plena" le es suficiente para contentarse y en los últimos tiempos es muy común que nuestro rato sea un paseo charlando de sus animales imaginarios o sus vehículos fantásticos que hablan y te llevan a Australia por el mar, paseos en los que las mellizas van en su carrito, como si en ese momento no existieran para él.

Hacía días que no sucedían estos momentos y el cambio en el hermano mayor se estaba notando, hasta yo echaba de menos pasar más tiempo "a solas" con él. Esa llamada... "¡mamaaaa!" y mi contestación... "¡¡ya voy!!" hicieron sonar una alarma en mi corazón maternal. Mi reacción fue rápida: telefonazo a alguien que pudiera ocuparse de las mellizas por una hora y media, casi todas tenemos cerca a alguien que pueda encargase de alguno de nuestros hijos ante una urgencia, aunque sea pagando, aunque sea favor por favor, alguien de confianza que venga si hace falta, y para mí esto era una urgencia. Quiero explicar que esto no se da muy a menudo, que era una situación excepcional y que puede parecer que no tenía que cundir el pánico, que tampoco era tan grave lo que había sucedido. Sin embargo, no me preguntéis porqué, yo sentí claramente que era una llamada de atención importante.

Tardé diez minutos en ponerme el bikini y mi hijo tardó cinco en ponerse su bañador y coger sus juguetes de la playa (cuando el plan le mola es extraordinariamente rápido). Y, en cuanto la cuidadora vino al rescate de las mellizas, nos encaminamos mi hijo y yo a la playa... el móvil se quedó sobre la mesa del salón (mi hijo ojiplático) y hasta olvidé la mascarilla contra el temido coronavirus (no volverá a pasar, lo prometo).

El camino hacia la playa ya fue guay, pero el llegar y poder decir "¿baño? ¿castillo? … ¿qué quieres?" me provocó una sensación de libertad que hacía tiempo que no sentía (esto si es maternidad feliz), ¡con qué poco me conformo ya! pero es que lo mejor de la vida está en las pequeñas cosas... La respuesta de mi hijo fue la esperada: "¡al aguaaaa!" y tras el baño comenzó a jugar solito con su cubo y sus palas, sin decirme nada... Me parece increíble lo acostumbrado que está ya a jugar solo, y es que mami siempre está muy ocupada (las mellizas son más pequeñas y siempre tienen prioridad, él lo tiene bastante asumido). Me encanta detenerme a observar, sin móvil ni distracciones, porque es entonces cuando me doy cuenta de todo, es entonces cuando veo con claridad. 

Pero esta vez mamá se sentó en la arena y cogió el cubo y la pala, este es el único momento en que me hubiera gustado tener el móvil cerca para echar una foto de su carita , y su pregunta me hizo dudar: "Mamá, tú no sabes hacer torres de arena, ¿no?". Cada torre que he hecho esta mañana en la playa era más defectuosa e inestable que la anterior pero la muralla que construyó mi hijo alrededor podía con todo, como nuestro amor.

Lo mejor de la hora y media en la playa con mi niño es que me lo he pasado pipa y que el buen rollo me ha durado todo el día, si si MATERNIDAD FELIZ. La actitud de mi hijo ha cambiado radicalmente el resto del día, solo por una hora y media con su madre, y sé que no podré hacer esto todos los días porque las obligaciones me comen irremediablemente. Pero sé que tengo que buscar estos huecos y construir torres con él, torres muy nuestras, torres muy imperfectas.

Puedes leer más sobre maternidad feliz en la entrevista que hice a Margarita Álvarez, experta en felicidad desde que trabajó en las más altas esfera de Coca-Cola. La puedes encontrar aquí y es muy recomendable: Margarita Álvarez, Entrevista sobre maternidad feliz.

También puedes leer muchos otros artículos sobre maternidad práctica y mucha información interesante sobre maternidad en nuestro blog Sonora baby.

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